viernes, 11 de febrero de 2005

Soneto imperfecto

Ya sabes que te odio, amor, te odio
porque todo lo tienes, porque sabes
qué hacer en cada caso, ves las claves
y tienes la respuesta para todo.
Yo no quiero que seas mi custodio,
el ángel que me guarda. ¿Es que tan graves
faltas cometeré para que alabes
tu prudencia y la erijas sobre un podio?
Seguirás corrigiendo mis errores,
continuarás midiendo mis defectos,
harás un inventario de carencias.
Proseguiré recogiendo sinsabores,
viéndote evaluar los desperfectos.
Pero ojo: no me agotes la paciencia.

Este soneto no es imperfecto sólo por su tema: como veis, tiene evidentes defectos métricos. Ello no sólo se debe al hecho de que probablemente se trata del segundo que escribo en toda mi vida. La verdad es que, en las raras ocasiones en que escribo poemas, suelo evitar la rima, aunque trato de ceñirme a un ritmo: mi oído está acostumbrado al endecasílabo aunque, extrañamente, a veces me suena mejor un dodecasílabo.

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