sábado, 28 de febrero de 2009

Sobre la polémica del reciclaje del cartón...

Ayer vi en las noticias de La Primera (dejaría un permalink, pero sé que el video desaparecerá en 7 días) una polémica sobre la recogida de los residuos. La polémica se centraba en estos dos puntos:
1) Los trabajadores de muchas empresas de recogida de residuos vacían los contenedores "resto de residuos" y "amarillo" en el mismo camión.
2) Los trabajadores de muchas empresas de recogida de residuos tiran al camión de "resto de residuos" los cartones apilados junto al contenedor de cartón.

Respecto del caso (1), quien tiene que pronunciarse es el ayuntamiento en cuestión, según los términos de su contrato con la empresa de recogida de residuos. Probablemente no haya contratado la recogida del contenedor amarillo (dejando aparte ciertos aspectos más o menos monopolistas de las empresas, teóricamente sin ánimo de lucro, que gestionan luego esos residuos).

Respecto del caso (2), el ciudadano ha de saber:

¿Qué pasa cuando dejo mi basura al lado del contenedor?


Un pequeño PyR (FAQ) sobre la basura, los guarros y los ciudadanos


Pregunta: El contenedor estaba lleno. ¿Qué hago con mi bolsa de basura?


Respuesta: Buscas otro contenedor, o te la vuelves a llevar a casa.

P: Pero todos los contenedores están llenos


R: Por experiencia sé que al lado de ese contenedor lleno a rebosar hay otro, cerrado, que parece lleno pero está completamente vacío.
R: Además, al otro lado de tu manzana seguro que hay otro contenedor.

P: Siempre me encuentro el contenedor lleno


R: Si es el contenedor de tu comunidad, ponte de acuerdo con la comunidad para pedir otro contenedor a tu ayuntamiento.

¿Qué pasa si dejo la basura encima del contenedor?


R: Evidentemente, eres un guarro. ¿Quizá vives en Madrid? Eso lo explica todo. ¡¡Estás cometiendo un Vertido Incontrolado de Residuos Sólidos Urbanos, machote!! La multa que te puede caer es monumental. Para más inri, estás fomentando la cría incontrolada de perros, gatos, ratas y otras alimañas. Imagina, finalmente, el asco que le tiene que dar al basurero coger las bolsas, medio rotas y mordisqueadas por los perros, de encima del contenedor. NO, NO LE PAGAN PARA ESO.

P: No me cabe la basura / los cartones / las botellas en el contenedor adecuado. ¿Lo puedo echar a un contenedor de escombros que hay enfrente?


R: Si lo haces, eres un guarro. Además, existe la posibilidad de que pase una patrulla medioambiental y compruebe que alguien ha dejado Residuos Sólidos Urbanos en un contenedor para Residuos de Construcción y multe al vecino que está haciendo obras en su casa. Así que, si te llevas mal con ese vecino y no te importa ser un guarro, adelante. Él hará lo mismo contigo cuando pueda.

P: Pero sólo son cartones. Unos cartoncitos de nada. ¿Puedo dejarlos al lado del contenedor?


R: No, no puedes. Aunque no huelan. Aunque no se los puedan comer las ratas. Siguen siendo residuos.

P: Pero es que no caben.


R: ¿Probaste a cortarlos en piezas pequeñas? En muchas ocasiones, grandes cajas se apilan junto a un contenedor... ¡vacío! porque el Ciudadano Guarro no se molesta en desarmarlas y partir los cartones en pedazos "pequeños" (del tamaño de un periódico sin doblar).

P: Por Snoopy te lo juro, que no caben. Está llenísimo.


R 1: Pues vuelve otro día.
R 2: Si tienes una tienda, quizá deberías llamar a tu Gestor Autorizado de Residuos. ¿Que no tienes uno? Ah, bien. Entonces estás infringiendo la normativa medioambiental. Los técnicos de medioambiente de tu ayuntamiento estarán encantados de saberlo.

P: ¿Por qué los basureros tiran las cajas de cartón, perfectamente apiladas junto al contenedor, al camión normal?


R: Una vez en el suelo, en el puto suelo de la puta calle donde tú lo has vertido incontroladamente, ya no es cartón. En un residuo impropio, basura; hablando en plata: mierda. TU mierda, concretamente.
Quien recicla los cartones no es un barrendero: no le pagan para recoger los papeles del suelo. Es un mero transportista (normalmente, no le pagan los pluses que recibe el basurero por su ingrato trabajo). El basurero, por otra parte, no puede saber si eso se ha contaminado con alguna sustancia (por ejemplo, orines de los perros). Bastante hace con echarlo al camión de la basura normal para poder acceder al resto de contenedores. Si querías que lo hubieran reciclado, haberlo metido donde debías.

P: Han puesto un contenedor de papel y otro de vidrio al lado de mi casa y el suelo está siempre lleno de cartones, botellas rotas y otra mierda.


R: Evidentemente, tus vecinos son unos guarros. Diles que lean este FAQ y, si persisten en su actitud, pon tu basura en su puerta.

jueves, 26 de febrero de 2009

Este jueves, el cuento del miércoles: Atermia

(Basado en mi respuesta a una pregunta de Y! answers.)

12 de enero
Como proyecto de fin de carrera, he decidido investigar métodos de conservación de los alimentos. Aunque no soy optimista. Dice el profesor que hay un premio internacional para quien mejore sustancialmente tales métodos, y que está desierto desde hace años. Por intentarlo, no pierdo nada.

13 de enero
La mayor parte de los estudios que he consultado se centran en la desecación. Mediante hornos, mediante sales... Sin embargo, ese procedimiento, que rinde excelentes resultados con muchas verduras, no parece adecuado para ciertas carnes, a las que comunica un sabor amojamado (pero tengo entendido que en ciertos países la carne seca es especialmente apreciada).

14 de enero
De los métodos para secar la carne, me ha parecido interesante el que se centra en el uso de hornos. Dice Petersen (2008a) que los hornos son más productivos si se eliminan las compuertas que permiten el paso del humo hacia la carne. Resulta algo extraño, porque según el resto de la bibliografía es el humo el agente que seca la carne. Véase, por ejemplo, el tratado general de Van Voigt (2007).

15 de enero
Van Voigt (2009) cita el clásico de Appert (1835) en que se explican las propiedades de la luz. El poder desecante de la luz es evidente: el sol seca los charcos, las hogueras secan la ropa... El proceso químico que se obra cuando se añade combustible a la hoguera puede verse como una variante del proceso de reducción desecativa que consume O2 y produce CO2, convirtiendo el agua en vapor. Por qué el vapor y el CO2 comunican su poder a los alimentos cercanos a ellos es, de momento, un misterio: el CO2, en efecto, no debería ser capaz de iniciar nuevos procesos de reducción; sin embargo, cataliza, de alguna manera, la reducción desecativa de los alimentos situados en lo alto del horno.

16 de enero.
En Internet leo que Petersen (2009) propone que la luz puede comunicarse "como una forma de energía nueva, parecida a la eléctrica, pero de carácter totalmente distinto" a los objetos situados en lo alto del horno. No sería por tanto el humo rico en CO2 y vapor lo que desencadenaría la segunda reacción.

17 de enero.
Hoy no he podido seguir investigando, porque debía trabajar en la huerta comunal. He aprovechado para preguntar al subcapataz su opinión sobre la influencia de la luz en las plantas. Parece ser que la época de siembra de determinadas especies está relacionada con la llegada de los Días Largos; sin embargo, sólo algunas de las formas de luz artificial (resistencias eléctricas de luz roja; hogueras, pero sólo pequeñas y con ciertas precauciones; "estufas", que son una adaptación de los hornos) estimulan su crecimiento en los Días Cortos. Resulta curioso observar que en todos los casos se trata de aparatos que producen muy poca luz, a veces sólo vapor y humo.

18 de enero.
Recuerdo que en el curso básico de agricultura nos hablaron sobre la producción de clorofila en las plantas. Se lo menciono al capataz en mi segundo día de trabajos comunales y me responde que, efectivamente, muchas plantas siguen al sol, o a alguna fuente de luz, pero nunca a las que el agricultor enciende para estimular su crecimiento. Esa fue, me recuerda, una de las razones de que se tardara miles de años en desarrollar la moderna agricultura.

19 de enero.
Mi tutor me ha sugerido que tome el misterio del hielo como línea de investigación secundaria. Es sabido que el hielo es una forma seca y sólida del agua. El hielo, ciertamente, se puede usar para desecar, pero pocos autores lo recomiendan, pues, al contrario que otras sustancias, se vuelve húmedo en presencia de la luz. El hielo se vuelve líquido en los días largos. Los alimentos preservados en hielo han de colocarse en cámaras oscuras y cerradas, lejos de la luz. Aun así, se ha comprobado que las paredes han de ser gruesas, pues, en caso contrario, alguna forma extraña de luz penetra hasta él y lo derrite.

20 de enero.
No encuentro en la bibliografía ningún caso que hable de la reacción del hielo en un horno; ni en los que propone Petersen, ni en los tradicionales. Pregunto a mi tutor. Me dice que no ha oído nunca hablar de esa posibilidad. Quizá el director del horno comunal sepa algo. Le pido a mi tutor una carta de recomendación para el servicio de Preservación de Alimentos. Mi profesor me la expide, pero le noto receloso.

21 de enero.
He pedido una cita con el director del horno comunal para dentro de tres días. ¡Sólo tres días! He tenido suerte. El director del horno es un progresista que quiere probar las ideas de Petersen, pero no se atreve a hacerlo sin una buena excusa. Una investigación universitaria es una buena cortina de humo.
Recordar pedir exención de huerto el 24 de enero.

22 de enero.
Envío un mensaje de correo electrónico a Petersen. No me habría atrevido en otras circunstancias, pero necesitaré estar bien documentado en mi cita con el director.

23 de enero.
Recibo una escueta contestación. Traducida a nuestro idioma, viene a decir "Nunca probado. Intento en marcha". A continuación, Petersen ha adjuntado la referencia de una patente en que aparecerán los planos de su horno modificado. No me esperaba que un procedimiento tan polémico estuviera patentado. Es un problema.
En cambio, mi exención de huerto ha sido tramitada. Mañana sólo tendré que trabajar desde las cuatro.

24 de enero.
Antes de salir hacia el Horno Comunal, compruebo en la web de la Dirección Universal de Patentes los términos en que está redactada la de Petersen. Optimización de horno sin recirculación de vapor. Parece ser que, si elimino la recirculación del resto de gases, podré eludir los términos de la patente.
Le expongo la cuestión al director. Arruga el entrecejo cuando hablo de la patente, pero comparte mi idea sobre la posibilidad de eludirla. En cualquier caso, será un ciclo experimental, y lo llevaremos a cabo con la última tanda de desecación del Día Séptimo. El siguiente día, se hará la prueba con el hielo.

25 de enero
Hoy había muy poca luz. El campo, por la mañana, estuvo lleno de escarcha hasta tarde. Y había viento. Tengo la carne cortada por el viento y la falta de luz: los labios hinchados, las mejillas azuladas... Si saben que el rendimiento es mucho menor en estos meses, ¿por qué no comemos productos desecados, aunque sepan asquerosos?

26 de enero
La desecación experimental fue un éxito, pero estuvo al borde del fracaso. Se obstruyeron los orificios de desecación y se comenzó el proceso. Cuando sólo había transcurrido la mitad del tiempo, a uno de los obreros le pareció percibir un olor a carne caída en el fuego. Se detuvo el horno y se observó que la primera fila estaba en ese estado, que permite una preservación sin demasiada pérdida de sabor, pero sólo durante dos o tres días. Las filas superiores estaban bien.
El director de hornos dice que la desecación sin circulación de humo ha demostrado afectar muy rápido al exterior de la carne, pero de forma más lenta a su interior. Es como si la intensidad de la luz fuera mayor. Esto no es óptimo, pero quizá explique la función del humo. Un estudio sobre ésta podría ser interesante para mi profesor.
El director del horno procederá, a lo largo del día de hoy, a experimentar los efectos de ambos tipos de horno sobre el hielo.

27 de enero.
En ambos casos, el hielo ha desaparecido del horno. ¿Por qué, si estaba cerrado? ¿Qué luz le ha podido llegar cuando se ha probado con los orificios obstruidos? Un testigo de carne colocada sobre el hielo ha tardado más en secarse que si el horno no hubiera estado lleno de hielo. Eso no añade gran cosa al experimento: es evidente que, convertido en agua el hielo, a pasado de su estado secante a su estado humector.

28 de enero.
La televisión anuncia que un científico ha convocado una rueda de prensa en que hablará de algo revolucionario. No hago caso al televisor hasta que oigo nombrar a un tal Petersen, estudioso de la preservación de alimentos. Dará la conferencia en compañía de un físico al que no había oído nombrar antes.

29 de enero
Supongo que Petersen irá a hablar de su energía. No creo que sirva para mucho, la verdad. Hay muchísima bibliografía sobre el comportamiento de la luz (tanto en su forma azul como en su forma roja) y su interacción con la materia. Hacer cambiar de opinión a tantos autores sería extraño.

30 de enero
Petersen, con un extraño tono de maestro de primaria, ha comenzado hablando del hielo. ¿Por qué el agua forma hielo y vapor? ¿Por qué el hielo es una forma seca, si aparece en ausencia de luz, y en cambio el vapor, que requiere previamente una fuente de luz, es húmedo? ¿Qué ocurre cuando se introduce el hielo en un horno? Me da la sensación de que quiere pisarme. A continuación habla sobre un raro fenómeno que sólo se ha descubierto en ciertas construcciones monumentales: la luz dilata los objetos, hasta el punto, añade, de fundirlos, como se ha podido comprobar en ciertos hornos.
Vaya, no tenía yo idea de eso. Es sorprendente la cantidad de documentación que ha tenido que manejar. Me gustaría leer el artículo cuando se publique.

Pero ha sido mayor nuestro interés cuando Petersen ha dejado hablar al físico, un tal Carnot, o Cornat, o algo así. Resulta que, aparte de la luz, hay una segunda forma de energía presente en el sol. Se trata de lo que en ciertos casos venimos nombrando como luz roja, pero no sólo eso, ni todo eso. Esta energía se desprende también, en pequeñas cantidades —él ha podido comprobarlo, vaya usted a saber cómo— durante el rozamiento de dos cuerpos y en el transcurso de ciertas reacciones químicas. Esta energía, en muchos casos invisible para nosotros —y no el rayo primordial a partir del cual las custodiamos, ni el arco eléctrico de los hornos más modernos— es el impulso que hace que se inicien las fogatas. Petersen y Carnot llaman a esta energía Calor.

31 de enero
De repente, me he visto desnudo y he sentido frío.

martes, 24 de febrero de 2009

La Catedral del Mar

FALCONES, Ildefonso: La Catedral del Mar, Barcelona, Grijalbo, 2007

ISBN: 978-84-253-4075-8
670 páginas + encarte
Género: Histórico.
Precio: 19,90 €?

No suelo leer los best-sellers. No por pedantería, sino simplemente porque son caros. Sólo los leo cuando han pasado de la tapa dura al formado de bolsillo, y del formato de bolsillo a la mesa de "todo a un euro" de la Cuesta de Moyano. Entonces no dudo en comprarlos y devorarlos con la perspectiva que suelen dar los dos o tres años que han pasado entretanto.
Pero a veces, he de admitir, los compro antes de que bajen su precio, para regalarlos. Y, al cabo de un tiempo, ese libro que regalé vuelve a mí y lo leo de un tirón. Es lo que me ha ocurrido con La Catedral del Mar, novela histórica que había sonado mucho y que, aunque bien escrita y documentada, no me ha parecido que fuera para tanto.
A un lector obligado de novelas juveniles, como soy yo, esta novela le trae, antes que nada, un perfume —o quizá un tufillo— a novela juvenil. Hay algo en la presentación de la historia, en la elección de los personajes y de la etapa de su vida que se nos narra, y en las observaciones del narrador que que me recuerdan a "El Señor del cero", "El herrero de la luna llena", "Guárdate de los idus" o "El tiempo y la promesa", e incluso "El capitán Alatriste", más que a "Los hijos del Grial", "los pilares de la Tierra" o, si se busca una novela de tema catalán, "Bizancio". Si no fuera por la abundancia de ejecuciones, violaciones y estupros, se diría escrito como lectura recomendada para jóvenes de 12 a 16 años. Gracias a ellas, les encantará, pero no podemos "recomendárselo" desde los centros educativos.

La historia comienza con la celebración de la boda de un payés. Como es habitual en el género, especialmente en sus versiones juveniles, la situación inicial es una excusa para mostrar la psicología de los personajes y para trazar un pequeños flashback que dé cuenta de sus orígenes (el padre, siempre presente: ¡qué daño hizo Freud!) y de la situación social en que vive. Para que no se le olviden estas coordenadas, se presenta de improviso en la boda el señor feudal y, después de un par de humillaciones a su siervo, le exige el derecho llamado en otros lugares de prima nocte, y que en Castilla era sólo (¡sólo!: ¡y debían agradecerlo!) de pernada.
Todo lo cual tiene por objeto justificar (¡oh, la motivacija!) que un padre y su hijo se integren en la vida urbana Barcelonesa, y que ambos posean un odio cerval hacia la nobleza. El hecho de que Barcelona sea una ciudad ajena a los protagonistas facilitará al narrador su tarea de culturizar al lector, costumbre propia del género que me pareció fuera de lugar la primera vez que leí, a los 18, Los Pilares de la Tierra (por Dios: ¿quién no sabe lo que es un pináculo?), pero que reconozco hay que agradecer, a la vista de cómo vienen las nuevas generaciones.
Durante unos cientos de páginas, el autor se detiene en la infancia y adolescencia del protagonista. Este es el momento en que el libro más se aproxima a la literatura juvenil, aunque es cierto que se trata de explicar el ascenso meteórico de un huérfano mozo de cuerda a próspero burgués catalán, gracias a una personalidad absolutamente impropia de la época. Como esos trogloditas middle-class que dedican su fin de semana a comer costillas de brontosaurio en el drive-in, el protagonista es un modelo de lo políticamente correcto, excepción hecha de su rencilla particular contra quienes arruinaron su infancia.
Pero realmente sólo recuerdo personajes con carácter "antiguo" en obras de Maurice Druon o Ramón J. Sender, en cuyos personajes esa "falta de sensibilidad moderna" puede que refleje la sensibilidad del tiempo en que fueron redactadas. Por el contrario, ese complejo de los Picapiedra (Domingo Ynduráin dixit), esa personalidad moderna en personajes del pasado, es habitual en toda la novela histórica, por ejemplo en la de Ken Follet que he citado varias veces.

Como en ésta, la narración tiene como marco — quizá como excusa— la construcción de un edificio religioso, pero el componente arquitectónico desaparece enseguida. Permanece, en cambio, una extraña religiosidad popular devota que no duda en clamar contra la iglesia siempre y cuando se respeten sus santos.

Por lo demás, estructuralmente es una novela perfecta. No se deja un cabo suelto (con la posible excepción de cierto dinero ajeno que el joven protagonista invierte en alojamiento y comida y que nunca le es exigido); como en las mejores novelas policíacas, no hay un personaje que sea inútil, ni que sirva para lo que el lector espera. La novela es esa "montaña rusa" que toda novela, como toda película, debe ser. El final quizá sea un poco inverosímil, pero previamente se ha trabajado preparando al lector para aceptarlo. Y ya se sabe que quien es capaz de crear una trama vertiginosa y enmarañada pero sabe después trenzar un buen final es, sin duda, un gran narrador.
Por eso, a pesar de todos los defectos que cuidadosamente he destacado, os la recomiendo.

EDICIÓN:
Acabo de ver en la revista "Rinconete" del Instituto Cervantes un artículo que interesará a los lectores del libro: un comentario sobre las teorías inquisitoriales de Eimerich que tanto se citan en él.

¡Qué vergüenza! (becas para cursos de estudiantes de bachillerato en el extranjero)

En el correo que, siempre tarde pero siempre interesante, recibo puntualmente del foro de la Sur de Madrid, encuentro la convocatoria de ayudas para cursos en el extranjero.
Es algo que a varias de mis compañeras de departamento les interesa especialmente (a mi no: con lo poco y mal que hablo y escucho mi propia lengua, seguro que no me servía para nada), así que miro con mas detenimiento la lista de ayudas. Un hallazgo interesante: hay ayudas para Profesores, Maestros, alumnos de Magisterio, enseñanzas artísticas y deportivas y... ¡chicos de 16 a 30 años!

No recordaba yo que hubiera ayudas de este tipo para el bachillerato. Me voy al BOE (12/11/2009, BOE-A-2009-2433, pág. 15159) y veo que se trata de una novedad:
Además, y con vistas a la preparación de la futura prueba oral de lengua extranjera en los exámenes de acceso a la Universidad, como novedad en esta convocatoria también podrán optar a estas ayudas los estudiantes de 16 años que estén cursando primero de Bachillerato, o primero de enseñanzas profesionales de música y danza, de Grado Medio de Formación Profesional, de Artes plásticas y diseño, de Enseñanzas Deportivas y de Idiomas.


Muy bonita justificación, pero luego el requisito real es:


... Que hayan obtenido la condición de becario conforme [...] a la orden ECI/2128/2007, por la que se convocan ayudas al estudio de carácter general ... [se citan también otras dos órdenes de becas que no nos interesan]



...También podrán optar a estas ayudas los jóvenes nacidos entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 1992 que hayan obtenido la condición de becario para cursar estudios de Bachillerato o [... el resto de estudios medios anteriormente citados]




A ver, yo lo que veo aquí es mucha demagogia:
  • Muchas familias pueden permitirse que sus hijos estudien bachillerato o FP de Grado Medio, pero no pueden permitirse que sus hijos vayan al extranjero.

  • Tampoco es habitual que las familias pidan las becas de instituto al Mec (o al Mepsyd, de horrísono nombre). Es más habitual que utilicen las de su comunidad autónoma, de requisitos más laxos y cuantía menor. Evidentemente, si supieran que pedir una beca al Ministerio era la puerta para estas otras becas, las pedirían, pero —y ahí está el problema— no lo sabían, pues estas becas han sido aprobadas cuatro meses después del comienzo del curso.

  • Se está metiendo en el mismo saco a los alumnos de enseñanzas "elitistas" o por lo menos "caras", como las musicales, las enseñanzas profesionales de artes plásticas y las enseñanzas deportivas, que a los alumnos de bachillerato y FP. Es bastante probable que los padres de las primeras pidan becas, porque es más probable que sus hijos estudien lejos de casa. En este sentido, no creo que un becado de la Blume necesite tanto estas ayudas para entrar en contacto con el extranjero: lo conocerá a través de sus competiciones deportivas.

  • El mismo saco, no lo olvidemos, en que van también los universitarios (excepto los de magisterio), cuyas matrículas, libros y gastos de alojamiento suelen ser todavía mayores que los anteriores.

  • Y todo esto, justificado por la novedad de un examen oral de inglés para cuya superación van a tener serios problemas muchos de los alumnos de barrios marginales. Examen que, por cierto, no tienen que superar los universitarios ni los alumnos de los grados medios.


Pensaba que la Comunidad de Madrid daba vergüenza (y, de hecho, si no estuviera agotado estaría en estos momentos manifestándome contra ella. Pero es que a veces el ministerio también da vergüenza.

Como diría Forges: ¡... PAÍS!

miércoles, 18 de febrero de 2009

El cuento del miércoles: La tormenta

El seis de agosto, inesperadamente, comenzó el mal tiempo. El cielo se cubrió de una capa clara y comenzó a brillar fuertemente. Ráfagas de viento nos golpeaban azotando nuestra piel. Nuestros vecinos se refugiaban en sus agujeros, y nosotros trepamos a lo más alto de un edificio, donde encontramos cobijo bajo un alero. Parecía que la situación sería temporal, pero pronto comenzamos a quedar aislados unos de otros. Era imposible arriesgarse a salir. Y, pronto, no tuvimos más remedio que refugiarnos en el interior de las conchas. El implacable sol lo secaba todo.

jueves, 12 de febrero de 2009

Darwin...

Hacia mucho que no me pasaba por la página de Copépodo, y hoy, día en que se celebra el bicentenario del nacimiento de Darwin, era un buen día para hacerlo.
Su artículo conmemorativo sobre Darwin es especialmente interesante porque no sólo traza un recorrido vital del personaje (esto ya lo he encontrado últimamente en diarios y en la National Geographic) sino que explica, detalladamente, los aspectos "revolucionarios" de la teoría de Darwin, tanto los que causaron sensación en su tiempo como los que pasaron más desapercibidos a ojos de los profanos.
Finalmente, como es habitual en Copépodo, el artículo termina con un ataque contra esa mixtificación de ciencia y religión que es el creacionismo. Aunque se agradece el esfuerzo, sospecho que la lucha la ganará el otro bando (el hombre puede ser bípedo implume, pero desde luego, no es animal racional).

miércoles, 11 de febrero de 2009

El cuento del miércoles: Balcón

En esta vieja ciudad, hay pocas personas que disfruten del privilegio que posee Emilia. Cada mañana, al levantarse, puede acercarse al balcón con una taza de café y contemplar el amanecer sobre un amplio parque, tan grande, que las casas que se divisan a lo lejos parecen sombras esbozadas por un pintor con horror al vacío.

Como todas las personas distinguidas por los favores de la fortuna, Emilia suele olvidarse de esa posibilidad, y sólo se preocupa, cada mañana, por salir de la ducha, vestirse, secar y peinar a toda prisa su cabello corto, meter su taza al microondas, beber unos tragos de café soluble acompañados por una magdalena, lavarse los dientes y salir corriendo con la esperanza de que el autobús no tarde en llegar.

Hoy es distinto.

Al salir de la ducha, ha visto una clara luz que procedía del balcón. Su primera reacción ha sido el susto. Tras consultar los relojes —no sólo el despertador o el reloj de muñeca: hay que comprobar el reloj de la cocina y, si se puede, el de la emisión matinal del noticiario televisivo— ha comprobado que no se levantó tarde. Pero el balcón ofrece la luz de un mediodía, el sol al sur, colgado en lo alto, a la derecha del balcón.´

Deja la tele encendida, por ver si dice algo. Pero no la oye. Está secando y peinando su pelo con cuidado, como si fuera a una cita. Después, deja el traje tirado en la cama, como un cuerpo vacío, se prepara un café —un café de verdad, aunque sabe que a esas horas le sentará como un tiro—, abre el balcón, acerca una silla y se sienta con su café a contemplar el espectáculo.

La calle está vacía, pero el parque... el parque ha comenzado a poblarse de viandantes, trabajadores mañaneros, más madrugadores que ella, que han visto el sol de mediodía alzarse cuando salían de las bocas de metro o de la estación de tren.

Trabajadores que si tuvieran un balcón se sentarían, como ella, a contemplar el maravilloso espectáculo.

En el edificio de la televisión no deben de tener ventanas —se dice—. En caso contrario, algo habrían comentado.

Un vecino sale del portal y mira hacia el cielo, extrañado. Emilia lo saluda. Cuando levanta la cara, lo reconoce. Es el chico del primero interior centro, un muchacho de cara pálida que no debe de haberse enterado de nada hasta salir del portal. El muchacho devuelve el saludo, y, de repente, toma la iniciativa:

—¿Quieres que te traiga unos cruasanes?

—No creo que haya nadie en la panadería.

Aun así, el chico lo intenta. Al rato, lo ve entrar de nuevo en el edificio, con una bolsa de papel en la mano. Emilia se da cuenta entonces de que todavía está en bata. No importa: si se ha asomado al balcón con esa indumentaria, bien puede recibir así a su invitado.

En cuanto llama, se levanta y abre la puerta. Le busca un acomodo en el balcón y se dirige a la cocina a preparar más café. Al volver, se da cuenta de que él ha estado observando el tamaño del piso.

—¿Vives tú sola en este piso? Es mucho más grande que el mío, y lo comparto con dos amigos.

—Sí, era de mi abuelo. Al resto de la familia no le gustaba este barrio, decían que es muy ruidoso. Y que la casa era muy vieja. Pero a mí me encantan las vistas.

—Vaya, es fabuloso. Nunca lo hubiera imaginado. La verdad es que no hacemos mucha vida de vecinos...

—Yo tampoco...; ¡ni siquiera sé tu nombre!

—Teo... —responde, azorado, dándose cuenta de su inexplicable descortesía— me llamo Teo.

—Yo, Emilia. Encantada de conocerte.

La conversación, poco a poco, va tocando todos los temas triviales que el decoro permite entre dos perfectos desconocidos. El sol sigue colgado en lo alto del cielo cuando suena el teléfono.

—Vaya, debe de ser el trabajo —dice Emilia, mirando su reloj— hace media hora que debería estar allí.

—No lo cojas. Si dices que estás enferma, no lo van a creer.

Emilia siente que debería coger el teléfono. Pero no puede. Necesita contemplar el parque, la gente bañada por la magnífica luz del sol.

Con un esfuerzo sobrehumano, intenta alargar la mano, y entonces se da cuenta. El tono del teléfono cambia, el balcón desaparece, la luz se apaga.

Como siempre, va a llegar tarde. Se incorpora y se mete en la ducha. Seguro que no le va a dar tiempo a secarse el pelo. ¡Con el frío que hace fuera!

Deja que el agua fría la termine de despertar, y entonces se frota vigorosamente y sube la temperatura. Sale rápido, muy rápido, para volver a su cuarto secarse el pelo.
Desde el fondo del pasillo, el balcón del salón arroja la claridad meridiana de una siesta de estío.

lunes, 9 de febrero de 2009

Matar a un inocente

Es difícil.
Te mira con sus ojos
de cordero degollado,
trata de engatusarte
con sus súplicas,
dice entre llantos
que él no merece tal pena.
Entonces tú desatas
sus manos engrilladas
y, mirando a otro lado
le dices «marcha»;
pues sabes que no puedes
—tendrás que buscar otro—:
hay demasiados lobos
con piel de cordero,
y no son aptos para el sacrificio.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Roturas




Es duro ver un alma que se rompe,
Ver que la carne grita, que los huesos
no son de la sustancia de la piedra.
Es duro ver que el equilibrio,
la lucidez, la contención, la calma
son sólo escudos de papel de seda.
Es duro ver que la lengua muda tiembla más,
que el ojo seco llora más,
que el cuerpo distante agradece un abrazo,
porque sabes que será tu cuerpo,
que será tu ojo, que será tu lengua;
que algún día ese caparazón tuyo
también será papel pasto del fuego,
que esa inmovilidad de roca
será barro cocido, que tu carne
también recubre un alma.

El cuento del miércoles: Victoria Blanca

Artículo programado (la tarde de hoy tengo un claustro)

Las máquinas del tiempo son estupendas, Vania. Uno se mete dentro y le transportan a lugares maravillosos. Imagínate, Vania: Las nebulosas ondas del báltco salpicando un muelle vikingo; la luna sobre las pirámides en construcción; el sol de Roma iluminando la función del circo; los bucólicos valles de la agreste Arcadia, que los ilotas cultivan para sus amos espartanos.´
Vania, no intentes interrumpirme diciendo que es imposible viajar en el tiempo. ¿Sabes? Aunque estos harapos lo disimulen, en otro tiempo fui doctor en física. Entonces podía llamar camarada al secretario del Obkom, y éste no me corregía llamándome ciudadano. No, Vania: en otro tiempo yo vivía allá, al otro lado de los muros, más allá de la estepa. Hace fío, Vania: déjame volver a la luz de Grecia.
A veces lamento haber quemado aquellos planos, Vania. Porque nadie agradeció que los quemase. No, Vania: bubiera sido lo mismo. Qué más da, ahora estarían con el resto de los planos del instituto, colgados en la pared de alguna letrina. Y, sin embargo, Vania, si hubieran llegado a las manos correctas... Pero tú y yo sabemos que no debo hablar de eso, Vania: ni siquiera aquí puedo hablar sin que mis palabras nos comprometan.
Y eso que sólo mis palabras podrían demostrar el gran servicio que hice a nuestra causa. ¿Qué habría pasado si yo no hubiese fabricado aquello? Todo habría sido distinto. Pero ellos ya no lo recordaban.
Dejemos, Vania de recordar nuestros males. Volvamos a Arcadia. ¿Sabes? No era tan fácil la vida en los valles beocios. No son tan verdes, ni es tan copioso el ganado. El amo es cruel, si te toca ser esclavo. Pero la tierra es blanda, y sólo se hiela unas semanas en invierno. Es cierto que no hay ninfas en los bosques, pero puedes gritar hasta que te responda Eco.
Y no como aquí, que hay que callar... Imagínate, Vania. No callé en 1905, cuando la ojrana nos reprendía a tiros, y callo ahora... Es absurdo, Vania. No sé por qué me silencian. Pues precisamente si no lo hicieran nadie me creería.

No, nadie recuerda ya (es imposible que lo recuerden) la mano criminal que detuvo a Uliánov antes de que llegase ese 3 de abril en Petrogrado. Así que nada tienen que agradecer a quien, 20 años después de la victoria blanca, consiguió volver a 1917 y cambiar la historia.

lunes, 2 de febrero de 2009

Tratamiento de las nuevas tecnologías en el currículo de Lengua: un ejemplo.

NOTA BENE: El título que he decidido dar a este artículo de mi blog puede resultar engañoso, pero es el mejor que se me ha ocurrido. Se trata de un análisis de un caso concreto del tratamiento de las pomposamente denominadas "nuevas tecnologías de la información y la comunicación" («los ordenadores, o sea», que dirían los castizos). Y, además, he de advertir al lector que yo mismo soy el primero que, con su desidia y sus temores al plagio evita, por un lado, llevar a los alumnos al aula de informática (donde serían más difíciles de controlar) y, por otro, permitirles presentar sus trabajos mecanografiados. Quien quiera ver un buen tratamiento de las TIC en el aula puede remitirse a actilingua, y, dentro de este portal, al Blog d'una profe Dim.


He dedicado una tranquila guardia de primera hora a hojear el libro de Texto de la editorial Oxford para 1º de Bachillerato. Hasta el momento, no me había molestado en examinar detenidamente el apartado de técnicas de trabajo (ese apartado que casi todos los profesores solemos sustituir por observaciones puntuales según vamos encargando tareas) y, dentro de él, el dedicado a las tecnologías de la información y comunicación. Sé que éstas están reflejadas en el currículo de la materia, pero me ha parecido decepcionante la manera en que se tratan.

En primer lugar, en un libro nuevo, sacado el año pasado a matacaballo, según las administraciones autonómicas secuenciaban en sus currículos los decretos de mínimos del ministerio (cosa que en Madrid ocurrió en el último momento, pero eso es otro problema), llama la atención que se siga hablando de "las bases de datos en CD-ROM" y no se hable para nada del DVD... cuando ya está el Blue-ray en muchos hogares. Está claro que los decretos (la ley siempre a remolque de la sociedad) hablan del CD-ROM, pero... ¿de verdad es pertinente enseñar a los alumnos qué cosa es un CD-ROM? ¿por motivos arqueológicos, quizá?

En segundo lugar, el afán conceptualizador. El alumno debe saber un vocabulario mínimo sobre las bases de datos: tabla, campo, registro... Pero ¿es necesario enseñar a los alumnos (además, mal) lo que es una base de datos relacional, contraponiéndola a una base de datos documental? ¿No es mejor enseñar al alumno por qué se usan bases de datos relacionales en lugar de modelos más estáticos como las bases de datos "basadas en fichas" (Dbase y todas las adaptaciones de rodolex al ordenador)? ¿O enseñar al alumno a crear una base de datos?

En tercer lugar, el uso de un vocabulario no adecuado. En un libro de lengua, el vocabulario tipográfico debería evitar el calco léxico, y hablar de tipografía, familia o fundición (calco éste, pero semántico) en lugar de fuente. No hay remedio: el vocabulario pseudo-técnico de informáticos, publicistas y diseñadores) ha acabado con la terminología propia de los oficios, de los impresores y tipógrafos, que eran los verdaderos expertos en el tema. 500 años de terminología especializada a la porra sólo porque alguien de una empresa de traducciones informáticas no sabía el nombre en español de un conjunto de tipos. Y luego se quejan de que los portorriqueños "vacunen" la "carpeta".

Por otro lado, se agradecen enlaces a páginas como www.cervantesvirtual.com (el primer enlace que escribí en la pizarra de mi 1º de bachillerato) o www.rae.es (el segundo), pero, dado que se trata de alumnos de bachillerato, habría que enseñarles a usar el dpd, el crea, el corda y la consulta de las ediciones históricas del DRAE (en el apartado dedicado a los distintos tipos de diccionario se habla sólo de aquéllos en papel; en el dedicado a enciclopedias y diccionarios en Cd-ROM se habla sólo del RAE y un par de enciclopedias; en el dedicado a internet, no se habla de diccionarios: el espíritu del currículo sería tratar todos estos a la vez, no separados).

En fin, que un desastre. El único consuelo, como siempre, es pensar que yo lo habría hecho peor...