sábado, 17 de septiembre de 2011

Ficciones

Se entiende por ficción la suspensión temporal de la realidad, esto es, de la consideración de un mensaje como real. Intuitivamente, resulta fácil de entender, incluso para un niño. Sin embargo, la cosa es más complicada: así, cuando en mis cánticos infantiles decía "Pepe, Pepe, Pepe, maricón, maricón, maricóoon" (o cualquier cosa parecida), mis intentos de escudarme en que se trataba de "sólo una canción" no servían para evitar los golpes del Pepe de turno.

Cada género es ficcional en distinto modo y grado. Así, cuando veo "Bones" me parece una fantasmada que sean capaces de medir un hueso en una foto sin saber siquiera desde qué distancia se ha tomado, o que realicen pruebas biológicas en un tiempo mucho menor al habitual (créanme: a las bacterias no se les puede pedir que hagan horas extra). En cambio, no me extraño de que unas zarigüeyas del zoológico hablen y construyan absurdas máquinas en los dibujos de "los pingüinos de Madagascar".

La diferencia entre uno y otro género es la verosimilitud. Verosímil es aquello que tiene apariencia de verdadero, como sucede, por ejemplo, en las comedias amorosas: desde la antigüedad, la verosimilitud ha sido, precisamente, uno de los requisitos de la comedia. Ahora bien, desconozco si algún autor ha apuntado que la verosimilitud tiene también modos y grados, pues una obra puede tratar de ser verosímil en ciertos aspectos y, sin embargo, ser una auténtica fantasmada en todos los demás, como sucede con las casi todas las series sobre policía científica.

viernes, 9 de septiembre de 2011

El reto de la semana... Escritor español

Ahí va un reto de la semana corto pero complicado para el que no esté puesto en literatura.

En el libro más fantasioso de aquel al que el Marqués llamaba, por prosaico, "el garbancero", se dice que cualquier guerra entre España y este país será civil.

¿Cuál es el libro?
¿Quiénes son el Marqués y el "garbancero"?
¿Cuál es el país?

jueves, 8 de septiembre de 2011

La teoría del vampiro inverso.

Seguro que los habéis visto. Son esos tipos menudos y escuálidos, que parecen consumirse, y que sin embargo tienen más energía que nadie. Cuando todo el mundo ha perdido sus fuerzas, ellos siguen adelante, contagiando su entusiasmo a los demás. Entonces lo comprendes: proyectan sus fuerzas al exterior. No viven para ellos, sino para quienes los rodean. Dan con generosidad lo que les falta.
Como auténticos vampiros inversos, extraen de sí mismos la vida y la arrojan sobre sus víctimas.

Quiero dar desde aquí las gracias a tantos y tantos vampiros inversos que pueblan las aulas, haciéndonos ganar fuerzas día a día. En especial a Juan Antonio, al que encontré ayer prácticamente consumido, a punto de expulsar de su cuerpo la última gota de inmortalidad para regalársela a algún alumno o compañero. Ojalá pudiera ser como vosotros.