jueves, 29 de enero de 2015

Inhumano

Debes morir
no porque te lo merezcas, sino
porque debes morir.
Quizá por eso tu indiferencia
hacia el dolor
que causas en los demás,
quiza por eso tu horrible desprecio
hacia el prójimo,
tu gélido corazón, tu rostro alegre
y tu cara de bobo
cuando se te reprocha
tu falta de empatía.
Has nacido para la muerte y acaso nos castigas
viviendo entre nosotros,
con la secreta satisfacción de que nunca
disfrutaremos
—pues somos viejos—
viendo cómo agonizas
abandonado
de tus nietos.

martes, 27 de enero de 2015

Locos y niños

Subo al metro en la estación de Aluche. Frente a mí una madre y su niña pequeña. Esta juega con un cartón en que su fotografía aparece rodeada de barras oblicuas a modo de un aspa que apunta hacia el centro. Reconozco el cartón. Lo usaron en la comisaría cuando me renové el pasaporte hace un mes. En su juego, la niña simula leer el cartón, aunque seguramente su edad no se lo permita. "No pueden pasar los pobres". La madre la mira con un gesto de bochorno y parece decirle "ya cállate", pero mi daltonismo me impide ver si su broncínea piel se enrojece. Dicen locos y niños la verdad: No pueden pasar los pobres.

lunes, 26 de enero de 2015

Umberto Eco: Baudolino

ECO, Umberto: Baudolino, Barcelona, Lumen, 2001. 531 páginas.

ISBN: 84-264-1309-9

Descriptores: Novela histórica

Cuando trabajé en Móstoles, hace más de diez años, haberse leído todos los libros de Eco era lo mínimo que se podía esperar de cualquier persona medianamente culta. Yo, que me proveo de libros en mercadillos y tiendas de segunda mano, tenía por ello un cierto complejo de inferioridad. Así que se me quedó clavada la espinita de no haber leído este libro, modelo (hace diez años) de lo que todo texto literario debía ser.

Lo primero que hay que decir de Umberto Eco es que, como alguna persona más culta que yo me ha reconocido, es un pedante de tomo y lomo. Eso no se puede negar. Pedante en todos los sentidos, desde el bueno de "ayo, maestro" que le daba Machado a esta palabra, hasta el malo que todos conocemos. Se le perdona, claro está, su pedantería porque suele conseguir escribir con una gracia que hace que se nos olviden sus vicios. Pero en ocasiones roza lo infumable, y creo que esta vez casi lo ha alcanzado. Yo, por mi parte, intentaré poner mi propia pedantería al nivel del autor de esta novela.

Hay que poner en contexto la obra, claro. Hasta que no tuve veintitantos años y cursé una asignatura de posgrado con José Antonio Marina, yo no supe lo que era la postmodernidad. La palabra, claro, flotaba en el aire en aquella España de los años noventa. Lo llevaba haciendo ya desde hace tiempo: era uno de los latiguillos de la Movida Madrileña, aquel movimiento entre lo casposo y lo punk que se apoderó de los años juveniles de quienes ya no cumplirán cincuenta. Pues bien: Baudolino es una síntesis de lo postmoderno. ¿Y qué es postmoderno? Para saber qué es lo postmoderno podríamos recurrir a la definición del manierismo (esa la aprendí antes), ya que el postmodernismo viene a ser a la modernidad lo que el manierismo al barroco; pero, para no aburriros, diré que es una corriente artística, literaria y científica que niega la posibilidad de acceder al conocimiento objetivo. Según el postmodernismo, todo lo que sabemos lo sabemos a través de alguien, en un contexto. La realidad es un gran libro sobre el que construimos narrativas. No hay normas o valores universales. La cultura no viene a ser sino un texto. ¿Aburridos, verdad? Para resumir, los postmodernos acaban imitando, apropiándose de las palabras de otros, huyendo a un mundo de la gran cultura del que en realidad se ríen o, por el contrario, reivindicando el pop. Introducir la narración dentro de la narración es uno de sus trucos preferidos.

Baudolino es un joven italiano adoptado a los catorce años de Edad por el emperador Federico Barbarroja. Después de aprender a escribir, es enviado a París, donde realiza estudios universitarios. Allí conoce a un grupo de estudiantes que pasan las horas haciendo cualquier cosa menos estudiar. Entre sus varias ocupaciones, componen versos e inventan historias que luego harán circular como ciertas entre las cancillerías reales. Todo esto nos lo cuenta el propio Baudolino, muchos años después, desde una Constantinopla saqueada por los latinos, y aderezado con criaturas propias de los bestiarios medievales, de forma que el lector comprende que, en realidad, toda la historia, desde el principio, no es sino una broma más del narrador.

Y una broma divertida, hasta cierto punto, si no fuera porque, para llegar hasta ella, el lector se ha tenido que enfrentar a un capítulo primero escrito en una lengua inventada que pretende ser el dialecto local de la patria chica del personaje —mezclado, como corresponde, con un poquillo de alemán y otro poquillo de latín—, lo que hace que llegar hasta la página 20 del libro sea un auténtico ejercicio de paciencia. ¿Se ve recompensado después? Para quienes somos aficionados al folklore medieval, sí: ahí están la vaca de Carcasona, la guarida del Viejo de la Montaña, los esciápodos y otros elementos de las leyendas de la época. Pero dudo que fuera del ámbito cultureta pueda triunfar este libro, tan anticuadamente postmoderno.


Nota: como todas mis reseñas con foto, esta será subida a Vingle y a Pinterest

Polución

A veces descubrimos
que huele a gasóleo en las calles más desiertas
y sabe a tubo de escape polvoriento
el aire que circunda nuestra cara
como una lija de barro alrededor de los ojos.
A veces intento asomar la cabeza fuera de este tufo
que ahoga los bronquios
y no puedo respirar, y aspiro
tan solo a que un viento venga
y barra esta mierda del aire
y se la lleve a otros
y envenene sus pulmones.
Mientras tanto, maldigo
esta suciedad en que me revuelco
a sabiendas de que no me queda otra,
pues soy yo mismo el que añade
ponzoñas a este mundo.

miércoles, 21 de enero de 2015

Investigaciones culinarias 1

Aunque yo no sea el "chef Jamie", estoy, como todo el mundo, interesado en recetas que se puedan preparar rápido. O, mejor dicho, que se puedan preparar rápido con lo que tengo en casa o con lo que puedo comprar a las 3.20 de la tarde, cuando llego a mi barrio, usando menos de 10 minutos para ello. Así que voy a ir documentando mis experimentos culinarios para ver qué opciones son útiles y cuáles llevan a caminos sin salida.

1- Puré de berenjenas y boniatos.

Un familiar me sugirió hace unos días la posibilidad de meter las berenjenas con piel en el microondas para que se asaran, sistema que yo ya había empleado para preparar patatas asadas y boniatos asados. Su plan era preparar puré; hasta ahora yo he probado el método presentando la berenjena entera, poniéndole cuñas de queso manchego en aceite por encima, ya sea después de asada (el queso funde poco), ya sea antes de asar, entre las dos mitades (la berenjena no se hace bien).
Como junto a mi casa hay una frutería donde suelo comprar el pan, me he provisto allí de berenjenas y boniatos. Veamos el resultado.
La berenjena (pequeña) estaba preparada en 9 minutos; el boniato (mediano) ha necesitado 5 más, a pesar de que he tenido la prevención de humedecer las dos verduras (el boniato, además, lo he lavado) para que se calentaran más. Después de vaciadar ambas y machacar la mezcla, el resultado no es demasiado atractivo: incluso a un daltónico como yo, esa mezcla de verde y naranja le parecería radiactiva. El sabor no estaba mal, pero esperaba más del contraste entre el ligero amargor de la berenjena y el dulce del boniato. Descarto la combinación, pero tendré que probar otras similares.

2- Merluza con tomate.

Odio la merluza; es más, me parece el pescado más insulso del mundo. Es cierto que los chefs dicen que tiene un sabor delicado, y que si se comete la osadía de echarle limón, pierde su sabor. Los mismos chefs echan pimienta a granel a los bistecs, dándole, supongo, sabor a chopped (a mí la pimienta me sabe a eso) y tampoco se privan de usar azúcar para disimular la acidez de los tomates de cámara. Pero no voy a entrar en discusiones.
El caso es que, aunque odio la merluza, tengo el colesterol por las nubes, y por eso me conviene tomar ese pescado blanco que con todo cariño ha sido conducido al genocidio por obra y gracia de la flota arrastrera. Y para que me sepa a algo, lo estoy preparando con salsas. Personalmente, me gusta cómo me queda en salsa verde, pero hoy quería probar algo rápido. Y aquí está lo que he hecho:
En una fuente para microondas con tapa, he metido un filete de merluza (congelado), unos pocos pimientos (de bote pero españoles: cómprenlos catalanes, aragoneses o leoneses si no les da su bolsillo para la denominación de origen: en caso contrario, serán tan de la Ribera como un Pisco Sour) y  un chorrito de tomate. He añadido también un par de rodajas de cebolla picadas, pero ha sido un error: han quedado crudas. Se mete todo al microondas 7 minutos, justo el tiempo que uno tarda en machacar y comerse la mezcla de boniato y berenjena del paso anterior. ¿El resultado? No es bacalao a la riojana, pero se deja comer.

lunes, 12 de enero de 2015

Julian May: La tierra multicolor

MAY, Julian: La Tierra Multicolor, Barcelona, Ultramar, 1989. 490 páginas.

ISBN: 84-7386-372-0

Descriptores: Viajes en el tiempo. Extraterrestres.

Inicia la saga: Exilio en el Plioceno

Ya sé, ya sé que este libro está descatalogado y que flaco favor le hacemos al empobrecido sector editorial publicando reseñas de libros así. Pero no podía evitar publicar esta. Si queréis leer el libro, podéis probar suerte en las bibliotecas públicas. En Madrid está en varias.

Tuve noticia por primera vez de esta novela cuando, de chavales, mi hermano y yo nos dedicábamos a comprar absolutamente todo lo que salía en la colección de ciencia ficción de Ultramar. Concretamente le recuerdo a él leyendo esta novela unas navidades; sin embargo, por alguna razón (seguramente un préstamo), perdimos esta novela y su continuación. En la biblioteca familiar quedaron las partes tercera y cuarta de la saga, y aunque con el cierre de la editorial compramos un buen número de volúmenes de la colección en el Vips (de hecho, peregrinamos de Vips en Vips), nunca pudimos recuperar este, hasta la pasada edición de la feria del libro antiguo y de ocasión, donde conseguí comprarlo a precio de oro (unos 10 euros... caro, teniendo en cuenta que los Ultramar valían 300 pesetas en la liquidación y 3 euros cuando, con el euro, los precios "no subieron"). Pero hasta estas navidades no tuve tiempo para leerlo.

Si habéis llegado hasta aquí es que de verdad os interesa el libro. Pues bien, el argumento se ha visto ya en la serie de TV "Terra 2", aunque ahí con menos imaginación.

Año dos mil muchocientos. La tierra ha entrado en contacto con los extraterrestres, que han impuesto un nuevo orden mundial pero, a cambio, nos han dotado de tecnologías maravillosas que han permitido colonizar varios planetas. La enfermedad y la vejez han sido vencidas. Las mutaciones han desarrollado individuos con poderes psíquicos. Y, aun así, hay gente a la que no le gusta vivir en ese paraíso edulcorado en que se ha convertido la Tierra.

Para ello, aprovecharán la invención fallida de un científico francés. Se trata de una máquina del tiempo que, sin embargo, funciona solo en una dirección (enviando objetos al pasado) y exclusivamente conectada a una época y lugar concretos: un valle francés en el Plioceno. Las personas desesperadas, aburridas de la existencia o en desacuerdo con las normas de no violencia, uso exclusivo del inglés, y religiosidad descafeinada se escaparán a través de esta máquina, primero de manera subrepticia y finalmente con el aplauso del gobierno, que además les proporcionará útiles de supervivencia maravillosamente miniaturizados.

Pero lo que encuentran en el Plioceno no es lo que esperaban... (y, como decían en un concurso de los 70 y 80, "hasta ahí puedo leer").

A pesar de ser claramente una space opera, es decir, una novela que busca la aventura por la aventura, hay detalles interesantes que relacionan la obra con la hard sf. Por ejemplo, las observaciones sobre el sistema de conexión energética global o la justificación de las propiedades del "decamolec" empleado en la miniaturización. También están muy documentados los ecosistemas europeos antes de la primera glaciación, lo que no impide que la autora haya añadido sus detalles sobre extraterrestes y poderes psíquicos, aunque, todo hay que decirlo, con bastante coherencia.

El libro se lee con facilidad a pesar de todos los detalles científicos o pseudocientíficos y a pesar también de todas las referencias culturales a las baladas francesas o a las sagas escandinavas (uno de los aspectos más curiosos de la literatura de género es que a menudo es más pedante que la literatura supuestamente seria). Obviamente, no tiene un contenido especialmente trascendental, aunque una de las preguntas que surgen en el lector después de leerlo tiene que ver con la parte que no se puede leer: cómo el hombre destruye el equilibrio entre especies al entrar en un ecosistema al que no pertenece. Y es que en este libro, como en las películas de zombies, uno acaba con la sospecha de que los malos son los humanos.