martes, 8 de marzo de 2005

Día de la mujer trabajadora, lolitas, y otros.

8 de Marzo
En primer lugar, felicidades a todas aquellas mujeres que trabajen y ganen en su trabajo lo mismo que los hombres, porque en este mundo les ha tocado la lotería, a tenor de lo que dicen las últimas encuestas. Y no, no hablo de países reputadamente machistas como Nigeria o Arabia Saudita. Hablo de aquí, de la España cañí, donde está abierta la veda de la novia, esposa, amante, hija o simplemente mujer y el maltrato es cosa de todos los días.

En segundo lugar, felicidades a todas aquellas que, aunque no lo habéis logrado, seguís al pie del cañón mostrando lo que valéis. Olé.

En tercer lugar, felicidades a todas aquellas que tuvisteis que dejar vuestro trabajo o vuestros estudios por cuidar a vuestra familia, y a todas las que nunca llegásteis a trabajar pero que realizáis una labor diaria muchísimo más dura que la de cualquier trabajo. A ver qué hombre tiene el valor de dejarlo todo por criar a quienes están destinados a perpetuar en la tierra su ADN.

Lolitas
Quizá en un día como hoy, el libro que he llevado para leer en el tren sea el más inapropiado. Se trata del Arcipreste de Talavera, también llamado Corvacho, la obra más conocida de Alfonso Martínez de Toledo y una de las cumbres de la literatura misógina castellana de la Edad Media. En realidad, Alfonso Martínez no denuesta tanto a las mujeres como al amor, es decir, al sexo (uso al que muchas féminas han sido relegadas a lo largo de la historia).
Hace ya unos días que lo estaba leyendo, y quise colocar en este blog la siguiente cita:
... en tanto e ha tanto decaymiento es ya el mundo venido, que el moço syn hedat, e el viejo fuera de hedat ya aman las mugeres locamente, eso mesmo la niña ynfanta, que non es en rreputaçion del mundo, por la malyçia que suple a su hedat, e la vieja que está ya fuera del mundo, digna de ser quemada biva: oy éstos y éstas entyenden en amor e, lo peor, que lo ponen en obra; en tanto que ya onbre vee que el mundo está del todo mal aparejado: que solýa que el onbre de XXV años apenas sabía qué era amor, ni la muger de XX; mas agora non es para se dezir lo que onbre vee, que sería vergonçoso de contar, por ende, bien paresçe que la fyn del mundo ya se demuestra de ser breve.
[Martínez de Toledo, Alfonso: Arcipreste de Talavera, ed. Marcela Ciceri, Madrid, Espasa-Calpe, 1990, p. 53 | ver ed. Bibliófilos Españoles (digitalizada por CervantesVirtual)]

No sé, pero a mí lo de arriba me hizo darme cuenta de que quizá, cuando yo pienso que los (y las) (pre-)adolescentes visten de manera muy licenciosa y que buscan con muchísima facilidad el contacto físico, estoy simplemente repitiendo una pauta heredada. La verdad es que yo jugué con los playmobil (que llegué a conocer con el nombre de famóbil) hasta los 14 años, sin preocuparme de amoríos: en aquella época, o eras el líder del grupo, o podías parecer maricón porque te gustasen las chicas (irónico, ¿verdad?) (todo mi respeto, por lo demás, a quienes de verdad fueron gays en su adolescencia, y que sufrieron por ello). Pero es cierto que debo de haber pertenecido a un grupo social o a una época más reprimida de lo normal: mi amiga Mila, que vivió los 70 en todo su fervor, siempre dice que en su juventud se ligaba incluso más que ahora.

Además, si hiciéramos caso al bueno del Arcipreste, ¿cómo explicarnos que Melibea, una veinteañera que aparece en una obra sólo cien años posterior, esté, según casi todos los críticos, a punto de perder el tren? No, no. Alfonso Martínez estaba, simplemente, repitiendo viejos tópicos que nunca fueron verdad.

Para que también las mujeres se lleven un buen recuerdo de este Corvacho que parece ponerlas en solfa, me despediré con una cita en castellano antiguo y el original latino (de Andrea Capellanus, un libro que algún día me tengo que leer) del que procede:
Pues, amigo, quando vieres quel florido e verde árbol del todo se seca, señal es que para el fuego se apareja, e para otra cosa non deve ser ya bueno, nin para otro fructo de sý dar nin levar.
[ibídem, p. 79 |html]
Nam, ubi viride, cognoscis arescere lignum, ibi aridum adustione consumitur
[Andrea Capellanus, De amore, E. Trojel, Hauniae, 1892, p. 326 | html ed. Bibliotheca Augustana, 2004]

La cita queda más clara si se recuerda que verde, viridis, significa etimológicamente "fuerte, lozano". Y es que la viagra todavía no se había inventado.

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