jueves, 25 de octubre de 2007

De Casones, Prados, Ministros y Arquitectos.

A principios de esta semana, los medios se hicieron eco de la finalización de las obras del Escorial Prado —Y aquí tengo que hacer un inciso para señalar que no me refiero al cubo de Moneo, sino a una obra que, si mi memoria no me engaña, surgió mucho antes: la del Casón del Buen Retiro—. Con la terminación de esta obra, los responsables del Prado se han decidido finalmente a retirar las vallas que (unidas a la presencia de una salida de párking, a una zona de césped que los ciudadanos educados preferimos no pisotear y a un majestuoso cedro) estorbaban el paso entre Espalter y la Plaza de Murillo. El hueco era amplio, lo podéis ver en la foto, pero no tanto teniendo en cuenta que era el lugar predilecto para colocar un chiringuito en cuanto se celebraba cualquier evento (por ejemplo, el certamen anual de pintura al aire libre).


Volviendo al tema del Casón, me ha fascinado la desmemoria histórica de los medios (por ejemplo, El Mundo). No, no se proyectaba inicialmente (como han dicho algunos) colocar allí la pintura moderna (siglos XIX y XX) del Prado. Esa ya estaba allí antes; de hecho, muchos recuerdan la presencia del Guernica, o de algún Zuloaga. La idea con que se hizo la reforma (una reforma menor, pero que hemos de suponer derribó algún muro, pues de otro modo los problemas de cimentación y humedades, evidentes para quien conociese la zona, no hubieran salido a la luz) era reconstruir el "Salón del Prado", colgando los cuadros de Velázquez en su ubicación original en los techos del antiguo palacete. Pero el Casón, edificado con prisas, es cierto, y en una zona llena de humedades, a las orillas del arroyo del Prado, no soportó la intervención y tuvo que ser afianzado en unas obras que han durado unos diez años (realmente, pocos años de mi vida recuerdo en que El Prado no estuviera en obras; y eso que he vivido 29 de mis 34 años junto a él).

Es cierto que el ministro de cultura competente, o el director del Prado, o el presidente de la Fundación podrían haberse percatado de los problemas que su obrita iba a suponer, pero al fin y al cabo no eran profesionales de la construcción. Hemos de suponer, en cambio, que el arquitecto que llevó el proyecto sí lo era, y tuvo que darse cuenta de los problemas que podría encontrarse.

Claro que también podría tratarse de un arquitecto parecido a ese que ganó el concurso de ideas para construir el Teatro del Canal de Isabel II, y que el propio Canal ha despedido fulminantemente la semana pasada. Según fuentes del Canal, no había calculado adecuadamente las vigas del edificio, y ni siquiera había sido capaz de calcular la superficie de una pared que debía recubrirse de paneles de madera. O quizá sí lo hizo, pero cambió los cálculos para presentar un proyecto más ajustado que ganase el concurso. El resultado final (si atendemos a lo que dice La Razón, diario por otra parte muy poco fiable) han sido gastos 10 veces superiores a lo estipulado...

Lo cual, por otra parte, no es tan extraño, si consideramos otros proyectos más conocidos por público en general... ¿Habrán hecho las misma versión a la baja de las "cuentas del Gran Capitán" los ingenieros que proyectaron el Ave de Barcelona?

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