viernes, 20 de noviembre de 2009

Jean-Claude

Pont Neuf Cubierto (foto de Wikimedia Commons)

Acabo de enterarme de la defunción de Jean-Claude, la mitad de la pareja Christo y Jean Claude, conocidos, sobre todo, por su arte basado en telas. Quizá los recordéis por su actuación en el parlamento alemán, o por su proyecto The Doors, en Nueva York. "No envolvemos edificios: hacemos arte con tela", insistían este verano en la conferencia que dieron en el museo Wurth-La Rioja. A mi, que nunca me había interesado por estas cuestiones, me resultó muy didáctica su defensa de las instalaciones como arte efímero: "queremos que la gente acuda a ver algo que sólo suceda una vez en la vida". Claro que mucha gente no entendió el mensaje, porque se trataba de una conferencia en inglés y los auriculares traductores no llegaron a para todos.

Aquella conferencia me dejó un sabor agridulce; no sólo porque Christo perdió los nervios ante las preguntas, probablemente demasiado provincianas, de los asistentes; ni porque admitiera que, como artista que no desea recibir subvenciones, sólo hacía instalaciones en aquellos países donde compraban sus obras; sino también porque, según me contaron, decidió en el último momento cambiar su plan de viaje y dejar a la organización con el culo al aire. ¡Ay, estos artistas tan excéntricos...!

Sin embargo, una anécdota me hace recordar a Jean-Claude con cariño. Mientras hacía cola con mi hermana para que le firmaran el catálogo de la exposición, una mujer que estaba delante de mi, al enterarse de que sólo firmaban un catálogo por persona (medida lógica), me dio a mi uno para que se lo firmaran, diciéndome el nombre que tenían que poner: Marisa. Cuando llegué a la mesa y le dije el nombre a Jean Claude, me pilló: "¿Marisa? ¿De verdad que te llamas Marisa? ¿un chico?" Sonrió mientras yo me ruborizaba, y firmó el libro, que yo entregué a su dueña.

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