martes, 9 de marzo de 2010

Violencia

Escribo estas entradas de manera programada, así que a la hora de escribirlas ignoro si la entrada anterior habrá suscitado reacciones. Supongo que sí, pero quiero seguir con el tema.

Lo que realmente se conmemora es la libertad de las mujeres, más que su igualdad. La igualdad, a mi modo de ver, no es sino un punto de partida para poder disfrutar realmente de esa libertad que la sociedad actual ofrece: libertad para trabajar, libertad para pensar, libertad para hablar, libertad para circular, libertad para disponer del propio cuerpo.

Durante siglos, la libertad fue cosa de hombres —obviamente, no de todos los hombres, ni de los que en principio nos parecerían más libres—. Sólo a principios del siglo XX estuvo occidente maduro para que comenzara a cambiar la situación. Y es cierto que quedan cosas que hacer, pero también lo es que se ha cambiado mucho.

Y, sin embargo, todavía quedan quienes tratan a la mujer como a un animal. Sigue habiendo quienes, desde el andamio o en un corro de machos en celo, arrojan soeces comentarios e incluso llegan a justificar la violación con argumentos salidos de la testosterona. Sigue habiendo quienes (previo viaje al extranjero o sin necesidad de él) casan a sus hijas antes de que éstas tengan edad para imponer su criterio. Y hay quienes humillan, con la violencia física, pero también con la psicológica, en lo que unas veces es un trabajo de erosión, gota a gota creando un surco de desprecio, y otras una explosión de brutalidad incontenida.

No sé si realmente habría que hablar en estos casos de violencia contra las mujeres. Es violencia del que se cree fuerte contra el que se cree débil. El pulcro caballero de la corbata que dedica unas palabras obscenas a la mujer que acaba de abandonar su despacho insonorizado, dedicará similares pensamientos a sus subalternos o amigos. Quien golpea a escondidas a su mujer, usará la misma violencia en las mismas condiciones de poder y anonimato. Por eso es tan importante la denuncia.

Porque la denuncia hace libres a esas mujeres. Libres del grillete impuesto por quien cree que debe decidir por ellas.

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